NUESTRO BUEN CARNAL ALBERTO NOBLE NOS COMPARTE UNAS REFLEXIONES MUY A SU ESTILO:
Otro día con resaca, odiando las tardes grises, las calles inundadas, la gente que celebra cualquier cosa mientras el país se desmorona. Otro día maldiciendo las multitudes en el Metro, las noticias en los diarios, la imposición de nuevos impuestos. Se acaba el jodido año y todo pinta peor que antes
Los políticos salen en la tele con sus trajes caros y sus miradas cínicas para advertir que defenderán los intereses del pueblo. Y los millonarios siguen especulando con el dólar. Y los banqueros nos cobran comisiones por cualquier pendejada. En el súper, las amas de casa lamentan que los vales de despensa ya no alcanzan para nada. En la escuela, los maestros piden libros cada vez más caros.
Y en tu casa escasea el buen humor, tu padre se queja del pinche gobierno, y tu madre remienda los pantalones que ya no te quedan. Y el Presidente suelta discursos cada vez menos creíbles, sobre la manera en que afrontaremos la crisis o de la lucha contra el narcotráfico. Tenemos un líder que no encuentra el rumbo, que nos ha decepcionado. Y encima sonríe cuando grita desde Palacio Nacional que vivan los héroes que nos dieron patria, “¡viva Hidalgo, viva Morelos!”, que viva nuestra Independencia. ¿Cuál pinche Independencia? Si somos esclavos de una crisis que nos hunde cada día más en la pobreza, que castiga nuestro optimismo. ¿Hay algo qué celebrar?
No tiene sentido, no, aplaudir el pan y circo, cantar las canciones rancheras de todos los años. No tiene sentido, es inútil, pintarse la cara con los colores patrios, ponerse el sombrero ridículo o rociarse con espuma, mientras nadie parece preocuparse de que los poderosos saquean las arcas e invierten el presupuesto en proyectos de sus familiares. Y para acabarla de joder los estudiantes están en manos de profesores malpagados y peor preparados. Somos un ejército inconforme, un ejército desesperado, pero igualmente inmóvil y resignado.
La educación nacional es botín de una bruja que viste Chanel y se hojalatea la cara con un carnicero. Los maestros tienen sueldos que no envidiaría un chofer de microbús. Y la profa Elba Esther vacaciona en su mansión de San Diego. Los alumnos son educados para engrosar las filas del desempleo. Tu hermano tiene un título que sólo sirve para cubrir una mancha de humedad en la pared de la sala. Tu prima es vendedora de seguros porque no sabe hablar inglés y apenas puede encender una computadora. En las solicitudes de empleo siempre hay huecos que nadie podrá llenar.
Y las escuelas tienen laboratorios de computación que sólo sirvieron para que el presidente municipal se tomara la foto con su sonrisa de “la modernidad nos ha alcanzado”. Los niños son expertos en chatear y coleccionar amigos por internet, pero desconocen cuál es la capital de China o el año en que asesinaron a Francisco I. Madero.
Este país es un catálogo de sinsentidos, una antología de cosas inútiles que nos llevarán al abismo. Los libros son demasiado caros para quien colecciona el TV Notas, para los que prefieren jugar con el celular en el pesero. Las chicas gastan su saldo en mensajes indescifrables y caritas felices :) para el novio. Los adolescentes se van de pinta para embriagarse. Los candidatos se pelean el voto de los que no saben defender en las urnas su derecho a una vida digna. Tendremos otro presidente que velará por los intereses de los más ricos, de los inversionistas extranjeros, mientras nuestros niños memorizan los nombres de Naruto y sus amigos. Y seguiremos condenados a festejar la “Independencia” en el Zócalo, mientras nuestro destino es rehén del secretario de Hacienda, de los recaudadores de impuestos, de los licenciados, de los corruptos, de las “maestras” que se llevan de a cuartos con Felipillo. Maldita sea, creo que me estoy volviendo un tipo amargado.
Otro día con resaca y estoy insoportable. No hay lugar para las canciones, no me uno a los carnavales, y sólo soy una voz que maldice la indiferencia de una sociedad que se está acostumbrando al cinismo de los que nos gobiernan. Y esto, esto que escribo sólo es una antología de sinsentidos en un país que se desmorona.
Y la miseria es homenaje a los locos, a los soñadores, según dicta Ernesto Cardenal: “Aquí pasaba a pie por estas calles,/ sin empleo ni puesto y sin un peso./ Sólo poetas, putas y picados/ conocieron sus versos./ Nunca estuvo en el extranjero./ Estuvo preso./ Ahora está muerto./ No tiene ningún monumento.
viernes, 18 de septiembre de 2009
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ANTOLOGIA DE SINSENTIDOS
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