ya estamos por aqui con la segunda parte de nuestro asesino , todo un personaje de la cultura mexicana
La prensa de entonces lo calificó como MONSTRUO......
“La relacion entre el asesino serial y su sociedad es isomórfica: él canaliza los miedos colectivos y los individuos ven en él la demostracion fehaciente de que sus miedos no son infundados"
“sinceramente, ¿quién no ha tenido ganas de matar a alguien?”. Ninguna mano fue levantada y el especialista aseveró: “matar es parte de nuestra naturaleza”.
En su cuarto de estudio, los investigadores hallaron un Diario, escrito de puño y letra de Goyo que decía: "El 2 de septiembre se consumó la muerte de Gracielita. Yo tengo la culpa de ello, yo la maté, he tenido que echarme la responsabilidad que me corresponde, así como las de otras personas desconocidas para mí. Ocultaba los cadáveres de las víctimas porque en cada caso tenía la conciencia de haber cometido un delito".
Pidió entonces una máquina de escribir e hizo él mismo su declaración,describía en detalle los asesinatos, pero echaba mano de recursos novelescos y de la jerga periodística de nota roja.
Un detalle que se pasa siempre por alto y que consta en el expediente del caso es que, además de a Goyo, la policía detuvo a otros dos jóvenes como sospechosos y cómplices: Juan Antonio Rodríguez Rosas y Jorge Roldán Roldán.
El 13 de septiembre, se le dictó auto de formal prisión, y fue recluido en el Palacio Negro de Lecumberri, en el pabellón para enfermos mentales. Sin embargo, sus abogados consiguieron que Goyo fuera trasladado al Manicomio General de La Castañeda, supuestamente para recibir tratamiento.
inexplicablemente, de pronto Goyo obtuvo múltiples comodidades: empezó a asistir a las clases de Psiquiatría que ofrecía el director del manicomio, entraba a la biblioteca sin problemas, recibía visitas familiares e incluso se iba al cine con algunas amigas
El 25 de diciembre de 1947, cinco años después de entrar allí, Goyo se fugó con otro interno y partió rumbo a Oaxaca; veinte días después fue reaprehendido y alegó que no había escapado, sino que se había ido de vacaciones.
El 30 de septiembre de ese 1943, el abogado de Gregorio Cárdenas Hernández solicitó que su defendido se presentara en el juzgado y entonces observamos al homicida en actitud diferente: la mirada ahora era vaga y los rasgos faciales fijos, impasibles, con espasmos frecuentes en rostro y cuello
El abogado defensor de Gregorio, en su afán por librarlo de una larga condena carcelaria, con la cual pretendía impedir que se le sentenciara bajo la circunstancia de estar afectado de sus facultades mentales, promovió ante el juez que se dictaminara si Gregorio ameritaba atención en un establecimiento especializado.
Gregorio Cárdenas fue llevado al Manicomio General de la Castañeda, donde recibió un tratamiento de electrochoques que permitió desaparecer rápidamente el estado confusional que padecía.El interés mostrado hacia la psiquiatría me hizo intuir que Gregorio lo hacía no tanto para cultivarse, sino más bien con la idea de continuar confundiendo a los especialistas.
Las autoridades decidieron regresarlo a Lecumberri el 22 de diciembre de 1948. Una vez allí, Goyo memorizó el Código Penal, cursó la carrera de Derecho, se convirtió en litigante, realizaba historietas dibujadas por él mismo donde contaba crímenes famosos, e incluso escribió varios libros, entre ellos Celda 16, Pabellón de locos, Una mente turbulenta y Adiós a Lecumberri.
Goyo tocaba el piano que su madre le había regalado, escuchaba ópera, leía poesía, dirigió una revista y comenzó a pintar cuadros. En el penal se casó y tuvo hijos, a quienes mantenía con las ganancias de una tienda de abarrotes que puso dentro de la cárcel.
Una vez declaró: "A mí me examinaron como 48 o 50 médicos... unos señalaron esquizofrenia, otros una psicopatía, otros diferentes tipos de epilepsias, otros debilidad mental a nivel profundo. Otros, paranoia. Sí, cómo no".
En 1976, la familia de Goyo apeló al entonces Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, quien, al determinar que Goyo era "una celebridad", terminó por indultarlo. El 8 de septiembre de 1976, "El estrangulador de Tacuba" abandonó la cárcel.
Poco tiempo después, mientras Mario Moya Palencia era Secretario de Gobernación, el Congreso de la Unión invitó a Goyo a asistir a la Cámara de Diputados, donde se le brindó un merecidísimo homenaje. Goyo hizo uso de la Tribuna para hablar sobre su vida. Los diputados priístas aplaudieron de pie al primer serial killer nacional, y en sus discursos lo calificaron como "un gran ejemplo" para los mexicanos y "un claro caso de rehabilitación"
Después, Goyo inauguró una exposición de sus pinturas en una galería de la capital mexicana, y recibió favorables críticas, vendiendo todos sus cuadros a altísimos precios. Abrió además un despacho y se dedicó a litigar. Se hizo una radionovela sobre su vida, que tuvo altísimos niveles de audiencia. Incluso, llegó a hablarse en su momento de erigir una estatua con su efigie en la Ciudad de México.
Años después, su vida se llevó al celuloide en el documental independiente Goyo, un macabro tributo exhibido en la Muestra Internacional de Cine, realizado por Ricardo Ham y Marco Jalpa, basado en una idea original de Verónica de la Luz, quien también lo produjo; José Estrada hizo una adaptación de su caso en la cinta El profeta Mimí; y el cineasta Alejandro Jodorowski filmó Santa Sangre, su espléndida y enfermiza película, inspirado en la biografía de Cárdenas. Además, el caso de Goyo se estudia desde hace décadas en Criminología y en la carrera de Derecho, en la UNA
Goyo Cárdenas murió el 2 de agosto de 1999 y se convirtió de esa manera en el asesino serial más surrealista de la Historia. El pueblo le hizo canciones, hubo estampitas con su imagen, y fue idolatrado por la gente, que aún recuerda su nombre y obras.
Ha sido además el único homicida que fue becado por una compañía petrolera, aguantó 34 años en prisión, estudió Química, Psiquiatría y Derecho, fue absuelto por el presidente de su país, hizo carrera de abogado al salir de la cárcel, protagonizó docenas de libros escritos por especialistas, se dedicó a la literatura y la pintura triunfando, colaboró en una obra teatral sobre sus crímenes, tuvo su propia radionovela y su película de culto en la Muestra de Cine, registró su caso para cobrar derechos, y además recibió un homenaje en la Cámara de su país, siendo señalado además como ejemplo para sus conciudadanos tras asesinar a cuatro jovencitas. Citando aquella canción de Alberto Cortez: "¡Qué maravilla, Goyo, qué maravilla!". En ningún país del mundo ocurriría algo similar. Sólo Goyo, nuestro mexicanísimo Goyo, podía conseguirlo
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