Jaime Sabines no deliraba cuando decía: “Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos”.
Y sí, a mí también me encanta Dios. “Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy. A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios”. Pero a qué viene todo esto. A que el 2010 fue una catástrofe, una sucesión de caos y de pequeñas desgracias. Y aún así no nos daremos por vencidos.
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A mí me vale madres no coincidir con el calendario chino, así que considero que este fue el año de la rata. Y no, no lo veo así por una cuestión mística o un análisis profundo. Es de hecho algo muy vulgar. Y no me avergüenza aceptarlo, que soy un vulgar hijo de vecino. Pero estaba en que este año fue el de la rata, sí, de cloaca. Yo no sé de cifras, si se duplicaron o triplicaron los delitos, pero de que todos fuimos víctimas de una rata, seguro que lo fuimos. A ti, como a mí, nos chingaron el celular al menos una vez. A tu primo lo asaltaron afuera del cajero automático. A tu amiga le arrebataron la bolsa en una calle cualquiera. A tu jefe le bajaron la quincena en el pesero. A tu hermana y a su novio los secuestraron un buen rato en un taxi pirata. Y a ti te atracaron a la voz de “ya te chingaste y no te pongas pendejo(a) porque te carga la chingada”. Y a veces hasta se ahorran la saliva, como aquel taxista culero que se orilla para arrebatarle la bolsa a las señoras y luego se da a la fuga sin mirar siquiera si la llanta pasó por encima de un brazo o una pierna. Pero en los discursos anuales los políticos presumen que el índice de violencia está controlado, porque ahora no se adornan con “ha bajado” sino que se escudan en el “está controlado”. Yo por eso digo que este fue el año de la rata. Y obviamente incluyo también a los funcionarios, a los gobernantes, a los políticos que saquean el presupuesto y se compran departamentos en las mejores zonas de la ciudad. Lo peor es que el 2011 no pinta muy distinto y no sé que diga el calendario chino. A lo mejor es el año del puerco. Aunque este país ya es cochinero. Y de nada sirve ser un hombre bueno, una mejor persona, cuando estás a merced de los impuestos, los pésimos servicios, las altas tarifas de Telcel, los intereses sobre intereses de Banamex y HSBC, los despidos sin liquidación, los patrones que no respetan tu contrato, las mafias en el poder, los asesinos, los narcos, los prestanombres, los estafadores, los curas pederastas, los dipuhooligans... a merced de la miseria y de los miserables que se enriquecen hasta con nuestros suspiros.
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Yo por eso me persigno dos veces antes de dormir, una al levantarme y tres antes de salir de casa. No vaya a ser el diablo, que un buen día amanece con mi silueta en sus obsesiones y para qué les cuento. Mejor contar con blindaje extra, aunque sólo sea la bendición de tu madre o de la abuela. Aunque debo aclarar que tampoco he sido del todo bueno. También fui indeseable a ratos, un mal amigo, acaso un pésimo hermano, quizá egoísta con los que me quieren, hasta odioso con los que no me soportan, algo amargado, tal vez poco solidario, pero nunca de los nuncas he dañado a alguien con la intención malsana de hacerlo. No sé si mejoraré o empeoraré el próximo año, pero ahora me siento en armonía con lo que me rodea, y he encontrado la mirada tierna, los besos sinceros, los abrazos más honestos que me harán sentir menos vulnerable ante los nubarrones negros y frente a los despreciables. Y por si las dudas, simpatizaré más con Dios y me persignaré con mayor frecuencia. Y Jaime Sabines seguirá como mi poeta de cabecera.
miércoles, 12 de enero de 2011
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El año de los indeseables
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noble
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miércoles, enero 12, 2011
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Roberto g castañeda,
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