El término infierno es análogo de “cueva (caverna) y “vacío”. Es un sustantivo formado de las palabras anglosajonas helan o behelian, “esconder”. Este verbo tiene el mismo primitivo del latín occulere y celare y el Griego kalyptein. Por lo tanto, por derivación, infierno denota un lugar oscuro y escondido. En la antigua mitología Escandinava, Hel era la diosa de los desfavorecidos del bajo mundo de la diosa. Solo aquellos caídos en batalla podían entrar al Valhalla; el resto caía al Hel en el bajo mundo, aunque no todos al lugar de los castigos de los criminales.
Infierno (infernus) en su uso teológico es el lugar de castigo luego de la muerte. Los teólogos distinguen cuatro significados del término infierno:
En sentido estricto, el infierno, o el lugar del castigo de los condenados, sean éstos demonios o hombres; el limbo de los infantes (limbus parvulorum), donde aquellos que murieron con solo el pecado original y sin pecado personal mortal, están confinados y padecen cierto tipo de castigo; el limbo de los Padres (limbus patrum), en donde las almas de los justos que murieron antes de Cristo, esperan su admisión al cielo; en el interim, el cielo esta cerrado para ellos como castigo por el pecado de Adán.
El purgatorio, donde el justo, que murió en pecado venial o quien aún tiene deudas de castigo temporal por el pecado, es limpiados por el sufrimiento previa admisión al cielo.
El presente artículo solo trata del infierno bajo su sentido estricto.
La palabra latina infernus (inferum, inferi), la Griega Hades, y la Hebrea sheol corresponden a la palabra infierno. Infernus se deriva de la raíz in; luego designa al infierno como un lugar dentro y bajo la tierra. Haides, formada por la raíz fid, ver, y a privativa, denota un lugar invisible, escondido y oscuro; por lo tanto es similar al término infierno. Las derivaciones de sheol son dudosas. Generalmente se supone que viene de raíz Hebrea cuyo significado es “hundirse en, estar vacío”; consecuentemente denota una cueva o un lugar bajo la tierra. En el Antiguo Testamento, (Sept. hades; Vul. infernus) sheol es usado bastante en general para designar el reino de los muertos, del bueno como también del malo (Num., xvi,30); significa infierno en su sentido estricto, como también el limbo de los Padres. Pero, como el limbo de los Padres termina en el momento de la Asunción de Cristo, hades (Vulg. Infernus) en el Nuevo Testamento siempre designa el infierno de los condenados. Desde la Asunción de Cristo, el justo ya no cae al mundo inferior, sino que habita en el cielo (II Cor., v1). Sin embargo, en el Nuevo Testamento, el término Gehenna es usado más comúnmente como hades, nombre dado al lugar de castigo de los condenados. Gehenna es en Hebreo gê-hinnom (Neh., xi, 30), o la forma más extensa de gê-ben-hinnom (Jos., xv, 8), y gê-benê-hinnom (IV Reyes, xxiii, 10) “valle de los hijos de Hinnom”. Hinnom parece ser el nombre de la persona no conocida de otro modo. El Valle de Hinnom está al Sur de Jerusalem y hoy es llamado Wadi er-rababi. Fue notoria la escena de tiempos anteriores, de horrible adoración a Moloch. Por este motivo, fue profanado por Josías (Reyes IV, xxiii,10) maldito por Jeremías (Jer., vii, 31-33) y mantenido como abominación por los judíos, quienes, consecuentemente, utilizaron el nombre de éste valle para designar el sufrimiento de los condenados (Targ. Jon., Gen., iii, 24; Henoch, c. xxvi). Y Cristo adoptó éste uso del término. Además de Gehenna y Hades, encontramos en el Nuevo Testamento muchos otros nombres para el sufrimiento de los condenados. Es llamado el “infierno menor” (Vulg. Tartarus) (II Pedro, ii,4) “abismo” (Lucas, viii, 31 y otros) “lugar de los tormentos” (Lucas, xvi, 28) “alberca de fuego” (Apoc., xix, 20 y otros) “estufa de fuego” (Mateo, xiii, 42, 50) “fuego inextinguible” (Mateo iii, 12 y otros) “Fuego eterno” (Mateo, xviii, 8; xxv, 41; Judas, 7) “oscuridad exterrior” (Mateo vii,12; xxii, 13; xxv,30) “niebla” o “tormenta de oscuridad” (2Pedro, ii, 17; Judas 13). El estado de los condenados en llamado “destrucción” (apoleia, Filip, iii, 19 y otros) “perdición” (olethros, I Tim., vi, 9), “destrucción eterna” (olethros aionios, II Tes., i, 9) “corrupción” (phthora, Gal., vi, 8), “muerte” (Rom., vi, 21), “segunda muerte” (Apoc., ii, 11 y otros).
¿Dónde está el infierno? Algunos eran de la opinión que el infierno está en todas partes, que los condenados están en libertad de vagar por todo el universo, pero llevan consigo su castigo. Los adherentes a esta doctrina fueron llamados Ubiquistas o Ubiquitaristas; entre ellos, por ejemplo, Johann Brenz, un suabo, teólogo Protestante del siglo 16. Sin embargo, esa opinión ha sido rechazada universal y merecidamente; porque hay más en el estado de castigo de los condenados que el que éstos estén limitados en sus movimientos y confinados a un lugar definitivo. Más aún, si el infierno es fuego real, no puede estar en todas partes, especialmente después de la consumación del mundo cuando la tierra y el cielo sean renovados. En cuanto a su ubicación, se han hecho toda clase de conjeturas; se ha sugerido que el infierno está situado en alguna isla lejana en el mar o en los dos polos de la tierra; Swinden, un inglés del siglo 18 imaginaba que estaba en el sol; algunos se la asignaron a la Luna, otros, a Marte; otros lo colocaron en los confines del universo [Wiest, “Instit. theol.”, VI (1789), 869]. La Biblia parece indicar que el infierno está dentro de la tierra, en tanto describe el infierno como un abismo a donde descienden los malvados. Incluso hemos leído de la tierra abriéndose y los malvados hundiéndose bajo el infierno (Num., xvi, 31 y sgts; Ps, liv, 16; Isaias., v,14; Ez., xxvi, 20; Fil., ii,10 etc). ¿Es ésta una mera metáfora para ilustrar el estado de separación de Dios. Aunque Dios es omnipresente, El habita en el Cielo, porque la luz y la grandeza de las estrellas y el firmamento son las manifestaciones más brillantes de Su infinito esplendor. Pero los condenados están absolutamente alejados de Dios; por lo tanto, es dicho que su sufrimiento está lo más remoto posible de su morada, lejos del cielo y de su luz y, consecuentemente, escondido del oscuro abismo de la tierra. Sin embargo, no hay razón convincente para aceptar una interpretación metafórica por sobre el significado más natural de las palabras de las Escrituras.
De ahí, generalmente los teólogos aceptan la opinión que el infierno está realmente dentro de la tierra. La Iglesia no ha decidido nada sobre este tema; de ahí que podemos decir que el infierno es un lugar definido; pero no sabemos dónde está. San Crisóstomo nos recuerda: “No debemos preguntar dónde está el infierno, sino ¿qué hacer para escapar de él?” (In Rom., hom. xxxi, n. 5, en P.G., LX, 674). San Agustín dice: “Es mi opinión que la naturaleza del infierno-fuego y la ubicación del infierno no son conocidos por ningún hombre a no ser que el Espíritu Santo lo revele en forma especial” (De Civ. Dei, XX, xvi, en P.L., XLI, 682). En otros textos, expresa la opinión que el infierno está bajo la tierra (Retract., II, xxiv, n. 2 in P.L., XXXII, 640). San Gregorio el Grande escribió: “No me atrevería a decidir sobre este tema. Algunos piensan que el infierno está en algún lugar de la tierra; otros creen que está bajo la tierra” (Dial., IV, xlii, en P.L., LXXVII, 400; cf. Patuzzi, “De sede inferni”, 1763; Gretser, “De subterraneis animarum receptaculis”, 1595).
domingo, 11 de abril de 2010
-
-
NOMBRE Y LUGAR DEL INFIERNO
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario