Ninfa Santos
“Venús de Ermilo”.
Ha librarme cantaba la voz secreta de Ninfa, mientras el papalote de su infancia la elevaba del llano de San José hacia las nubes.
Ninfa Santos tuvo una vida accidentada, producto de una infancia difícil, debido a la ausencia de la figura materna desde los tres años, en virtud de lo cual, su padre delegó esa responsabilidad en su hermana -la tía Ninfa-, mujer estéril e inflexible.
La creadora Ninfa Santos vivió en Guanacaste, en la hacienda “La América”, de donde huye, cansada de los rígidos preceptos y castigos, por ejemplo, permanecer encamada durante largos periodos. Aparte de esas aflicciones, el destino se ensañó contra ella, y padeció artritis, enfermedad que deterioró su imagen e identidad corporales y restringió su capacidad de movimiento.
Su extenso peregrinaje de vida incluyó San José, Liberia, México, Estados Unidos e Italia. Sin duda, una vida muy agitada, en años igualmente convulsos. En 1965 conoció a Ernesto Che Guevara en Nueva York.
Vivió en Coyoacan en la Ciudad de México, ya inválida permanecía recostada entre biografías, gatos, periódicos, por las noches durante los insomnios escribía cartas.
Hubo un intercambio astral de imágenes entre dos amigas, si Ninfa empuja la silla de ruedas de Frida Kahlo durante la manifestación en México de apoyo a la causa Guatemalteca derrotada en los cincuenta, Frida empuja simbólicamente la de Ninfa años mas tarde, Poetas y lideres comunistas se agachaban para facilitarle el anhelo de besarlos, luego enmarcaba sus fotografías, firmadas y las colocaba sobre el armario. Trofeos acumulados en un corazón atrapado.
Dentro de una caja a la vista, pluma de Trotsky, que Ninfa acariciaba mientras tomaba partido por uno y otro de dos amantes que le confiaban sus dichas y tormentos, ya había protegido a un aeropirata Mexicano en su casa en Roma,
Se había casado con un escritor depuse de haber estado enamorada de otro, “estoy enamorada de otro”, de su amor conservaba un retrato que cuando lo visitaba con su esposa Ninfa daba la vuelta al retrato para no herir, esa fue la corriente subterránea sobre la que Ninfa navegaba, era tan inverosímil su verdad,
Criada en una hacienda de su familia en la que desde niña profesó una irremediable devoción por los revolucionarios, la joven había decidido salir de su país natal y trasladarse a México.
Ninfa se hospedó en México, al inicio, en casa de su tía Lupe, pero abandona ese espacio, debido a los sometimientos, altamente restrictivos, que pretendía imponerle su tía.
En 1938 contrae nupcias con el escritor yucateco Ermilo Abreu Gómez, matrimonio que duro 20 años. Procreando una hija llamada Juana Inés (1939. fue una relación difícil; Se divorcia de él, cuando la descalificó de sus responsabilidades maternas. Su hija casó con Bernardo Díaz -bisnieto de Porfirio Díaz y ella guardó el secreto de los jóvenes, lo que enojó a Ermilo Abreu Gómez.
A ella, la palabra taciturno le había fascinado desde niña. Buscaría ser así, se había prometido en la infancia, cuando fuera grande.
A los veinte años, entre una muchedumbre que esperaba el tren de Veracruz, ella lo encontró a él. Cuenta que ella se le acercó y que él permaneció imperturbable, vestido de gabardina. Ella dice que todo empezó ese día, en esa estación de trenes. La misma en la que pudiera ser que él no se hubiese percatado de que ella estaba ahí sino hasta que le habló. El era un intelectual, supuso con acierto ella, dejándose llevar por esa complexión delgada y nerviosa, “unos rasgos afilados y vivaces, una mirada clara oculta tras unos lentes redondos que evocaban una lechuza que hubiera tenido el ingenio de un zorro” Se le acercó y le dijo: ¿Y el cadáver? El entonces reparó en la belleza y juventud de ella. Ahí, perdidos entre la multitud que aguardaba, como ellos, la llegada de los restos del recientemente fallecido poeta Luis G. Urbina, Ermilo Abreu Gómez conoció de esta manera a la que sería su segunda esposa. Por cierto Veinte años menor. Decidido a conquistarla, Abreu Gómez dedicó su empeño a relatarle el sinnúmero de penurias, quebrantos y malestares que debía soportar en su matrimonio. Con vivacidad, narraba los tormentos a los que su mujer, caracterizada como un ser dominado por unos celos enfermizos y de aviesas intenciones contra el escritor, le sometía al grado de hacerlo sospechar que en cualquier momento, semejante monstruo, sería capaz de envenenarlo.
Finalmente, tras “el largo asedio” ella accedió a casarse con él en la primavera de 1938, nueve días antes de la expropiación petrolera decretada por Lázaro Cárdenas. “Su carta más fuerte en la larga conquista de Ninfa era el papel de víctima que se asignaba en las minuciosas descripciones del infierno en que se había convertido su matrimonio con Francisca de Chiara. Al principio, Ninfa le creía todas las fechorías de la napolitana: desde las tentativas de envenenamiento con hierbas malignas hasta la quema de sus manuscritos para encender el boíler. Empezó a dudar de la veracidad de los “crímenes” el día en que, picada por la curiosidad de conocer a semejante bruja, se fue a Bellas Artes, donde la hija de Ermilo tomaba clases de danza. Tuvo la sorpresa de mirar, desde lejos y escondida tras una columna, a una mujer distinguida, guapa y con todas las apariencias de la decencia, que no correspondía a la imagen pintada por Ermilo. A partir de ese día escuchó las quejas de su pretendiente con más reservas, pero el talento narrativo de Ermilo siempre acababa por vencer su “paciencia” El matrimonio Abreu-Santos se mantuvo durante 20 años. En 1939, tuvieron una hija, a la que llamó Juana Inés, como prueba de la filiación Sor Juanista que profesaba Ermilo Abreu. Al divorciarse de Ninfa, a finales de los años 50, el escritor yucateco publica, en 1959, Duelos y quebrantos, aquel volumen autobiográfico en el que dibuja un retrato de aflicción por la muerte de Paquita y omite por completo cualquier mención de la ya por entonces “asediada” costarricense. En medio de la activa militancia comunista que la pareja Abreu-Santos llevaba, de la vida de café y de la amistad de escritores e intelectuales connotados de la época, Ninfa jugó el doble papel de ser, socialmente, la víctima del ingenio, rapidez y crueldad mental de él, a la vez que, en el plano privado, soportaba sus celos y fungía como mecanógrafa de sus escritos.
En 1949 en México pública su libro, el cual lleva como titulo “amor quiere que muera”, siendo patrocinado por la revista América. Fue editado por el Departamento de Divulgación de la Secretaría de Educación Pública de México, en 1949. Alcanzó una tirada de 500 ejemplares numerados. Es decir, Ninfa Santos publica su poemario a los 33 años de edad
Su obra tiene el acento de la poesía amatoria, sin embargo, alude a diversas acciones verbales de castigo: apartar, cerrar, arrancar, destrozar, cegar, perseguir, quemar, aventar “hasta un país donde nunca te acerques”
En 1953 trabaja como auxiliar en la Delegación de México ante la Organización de los Estados Americanos, estos siendo la base se su carrera diplomática y en 1958 ocupa el cargo funcionario de vicecónsul. En 1963 viaja a Nueva York. En 1967 llegó a Roma (Italia), donde vivió trece años
Su matrimonio con Emilio Abreu y si ámbito laboral le permite relacionarse con diversos intelectuales de la época como fueron Octavio Paz, Augusto Monterroso, Alfonso Reyes, Ernesto Mejía Sánchez, Ernesto Cardenal, Rosario Castellanos, Juan Rulfo, Rafael Alberti, Maria Teresa León, Juan Ramón Jiménez, Emilio Carballido, Alice Rahon, Ricardo Garibay, Tomás Segovia, Michele Albán, Jorge Rigol, Salomón de la Selva, Xavier Villaurrutia, Efrén Hernández, Rodolfo Usigli, Margarita Michelena, Agustín Lazo, Marco Antonio Millán, Juan de la Cabada o Maria Asúnsulo, así tambien como diversos embajadores de quienes recibió ayuda en su gestión diplomática.
Regresa a México, donde fallece el 26 de julio de 1990.
“Lo que no dijimos y era nuestro
y nos pertenecía y nunca usamos
Donde mi soledad se golpea y se hiere
Para hacerte bajar la mirada de piedra
y tomarme y destruirme "