Bienvenidos a esta locura mistica donde encontraremos poemas, amigos, rock, buena vibra, y una que otra cosa que se nos vaya ocurriendo. que disfruten su paseo por este lugar y esperamos su colaboracion. GRACIAS ETERNAS A TODOS LOS QUE COLABORAN Y FORMAN PARTE DE ESTE GRAN SUEÑO QUE YA ES UNA REALIDAD LLAMADO UNIVERSIDAD DEL INFIERNO. Y TAMBIEN GRACIAS A ROCKURMEX.
¿PORQUE UNIVERSIDAD DEL INFIERNO?

Simple. Desde siempre la sociedad ha menospreciado a los rockeros por su forma de vestir y de ser,y los fanaticos religiosos nos condenan al fuego eterno por el simple hecho de no ser como ellos. El nombre es un chiste, una comedia, una burla a las mentes adoctrinadas que todavia piensan que rock es sinonimo de malo. LA UNIVERSIDAD DEL INFIERNO ES UN ESPACIO DONDE CONVERGE EL ROCK, LA CULTURA Y EL MUNDO DESDE NUESTRA PERPECTIVA. ES UN ESPACIO PARA MENTES INQUIETAS Y BIEN ROCKANROLERAS.

jueves, 25 de marzo de 2010


machila armida





Machila Armida


Fue todo un mito, centro de reunión de un maravilloso grupo de artistas del México de los años 40 y 50.
Machila era una bella mujer que invitaba a unas comidas espectaculares, era una mujer frondosa, como fruta tropical que se antojaba y se proponía como postre y Diego hace que ella sea parte de esa «naturaleza viva», llena de colores y sabores.«Machila» fue la amante, entre otros, del escritor Alejo Carpentier, con quien tuvo una relación apasionada, pues sabemos que le escribía cartas con un delicioso contenido erótico como esta que le escribió el 14 de enero de 1914: «Tengo un recuerdo que me obsesiona dulcemente: aquél de mi llegada a tu casa, una mañana, en que viniste a abrirme, y sin tener tiempo siquiera para cerrar la puerta, nos besamos, ¡cómo nos besamos!, ¿te acuerdas?» Su verdadero nombre fue María Cecilia Armida Baz. Nació el 6 de marzo de 1921 en la ciudad de México.
Fue nieta del afamado doctor Gustavo Baz y de Concepción Cabrera de Armida, fundadora de la Orden de los Misioneros del Espíritu Santo. Su infancia transcurrió en la casa de sus padres en Coyoacán, hoy Casa de la Cultura Reyes Heroles..
María Cecilia contaba que desde pequeña, ante la imposibilidad de poder pronunciar correctamente su nombre completo, ella misma acabó nombrándose Machila, el cual conservó hasta su muerte.
Debido a su temperamento rebelde e indómito, la corrieron de todas las escuelas para señoritas nice y fue enviada a estudiar a un internado de monjas en Saint Louis Missouri, Estados Unidos. Pero esto no le ablandó el carácter; al contrario: a los 18 años se casó en un bar ante un falso juez, con un hombre desconocido para su familia. Ello enfureció a su padre, quien no descansó hasta conseguir la anulación del matrimonio.
Su padre tramita con la embajada de México en Brasil que Machila trabaje por algún tiempo como secretaria del embajador. Así viaja a Copacabana, en donde pasa tres años trabajando y divirtiéndose, hasta que encuentra un marido a su gusto: un hombre de negocios holandés llamado Leender van Rhijn.
Se casan en la ciudad de México el 19 de noviembre de 1945. Establecen su domicilio también en Coyoacán. Durante algún tiempo vivieron en Holanda. Según confesión de la propia Machila, se sentía tan sola que comenzó a beber alcohol de manera regular. Finalmente el matrimonio regresa a México y el 12 de agosto de 1949 Machila, de 28 años, da a luz a su única hija, a la que llama Patricia.
Poco después pide el divorcio y se dedica a hacer collages con temas tétricos y personales sin valor artístico, pero que llamaron la atención de Diego Rivera y Frida Kahlo. En 1952 presenta una exposición, apadrinada por Rivera. No hubo otra, pero la amistad entre ellos creció y él le puso un sobrenombre: Machilxóchitl.
Al ingresar al círculo de Diego, empezó a frecuentar a Frida, quien ya estaba muy enferma, pero seguía ejerciendo gran influencia en las amistades del pintor. Machila intimó con Frida, se escribieron varias cartas y en algunas le encarga a Diego para que lo cuide después de su muerte.
De Diego Rivera es el magnífico cuadro titulado A Machilxóchitl, homenaje de amor, en 1952, cuando ella tenía 31 años. Le hizo también un dibujo donde su cara se encuentra adentro de una estrella abierta en flor.
Este mundo de arte y prestigio le mostró a Machila su verdadera vocación y el negocio con el cual sería reconocida y admirada: la alta cocina mexicana. Diego Rivera fue el primero en encargarle la organización de comidas para sus amistades; la propia Machila comenzó a elegir los menúes. Así se dio a conocer en selectos círculos como la perfecta anfitriona para recibir y preparar grandes comidas gourmet al estilo puramente mexicano e indígena.
Su vocación y aprecio por la cocina le venían de su madre, gran maestra y conocedora de innumerables secretos al respecto.
Pronto Machila se compra una casa en la calle Taxqueña, en Coyoacán. Allí comienza a organizar comilonas y celebraciones de intelectuales, políticos, funcionarios, empresarios, artistas y de la alta sociedad de aquellos días. José Luis Cuevas, Miguel Ángel Asturias, Carlos Argüelles, Pedro Vargas fueron algunos de sus comensales y amigos. Quedaban encantados con sus menús que rescataban recetas antiguas indígenas o eran fruto de su propia invención, con ingredientes puramente mexicanos. Fueron famosas sus mojarras a la camagüeyana, el guiso de Moctezuma, el budín de huauzontle, las ancas de rana en totomoxtle, el pipián de pato topiltzin, el texmole, las tortolitas o las codornices inditas, los ayocotes, el chacualole, los hongos totlcoxcatl en escabeche, y muchísimas recetas más, algunas lamentablemente perdidas para siempre.
Machila también era famosa por adornar con motivos prehispánicos los recintos en donde recibía a sus invitados: urnas antiguas, flores y chiles secos, mazorcas y papel picado. Ahí volvió a dar vida a sus antiguos collages de un modo productivo y muy creativo.
Vivió un tórrido romance con el periodista y literato Fernando Benítez; entre otras cosas, los unía la pasión y admiración por el mundo prehispánico. El escritor Alejo Carpentier también cayó subyugado por su belleza, y a pesar de que vivía en Cuba apoyando la revolución, se dio tiempo para cortejarla en 1960, cuando ella tenía 39 años. Sin embargo, el nombramiento del autor de Los pasos perdidos como embajador de Cuba en París termina con el romance, pues ella decide quedarse en México. En esta época, 1967, Machila nuevamente empieza a beber alcohol de manera regular y esto empeora otras enfermedades que padecía, como la gota y la diabetes, que habían empezado a minar su salud. El médico le recomienda dejar la botella y llevar una vida más tranquila y con medicamentos si quiere vivir más, pero Machila decide vivir poco a su manera: murió el 10 de febrero de 1979 a los 58 años de edad en la ciudad de México.

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